Gracias
por las caricias.
Me llené de nudos
la garganta
todos estos años,
y de vez en cuando,
alguien valiente tiene la osadía de hacer el intento de deshacerlos,
y yo me dejo,
y empiezo a sonreír
a mil revoluciones por minuto,
como si se me otorgara la cosquilla más larga y aguda de la historia, como si me rociaran la cara y el paisaje con la felicidad que nunca merecí, como si no hubiera nada más bonito que mi risa.
Y empiezo a juguetear todos los días con mi horizonte temporal,
contigo,
y ya no puedo masturbarme solo, sólo por matar el tiempo,
porque me llenaría de culpa si me sorprende tu sonrisa mientras lo hago.
Todavía no sé por qué.
Así que no lo hago.
Y te dibujo en mi cabeza como el cisne más bonito del lago,
como la eternidad con la mirada más triste,
y le cuento a mis amigos que me has dado la mamada de mi vida,
y de las suyas,
que tienes una lengua capaz de acariciarme desde dentro,
que va a ser imposible no pensar en tu cara empapada de ganas cada vez que alguien diga 'calor',
que es jodidamente bonita la vida
si la miro desde cualquiera de tus puntos.
De vista.
Puse las manos sobre el fuego y cerré los ojos como quien te busca un beso,
aposté el corazón al todo o nada, concediendo al azar los futuros daños,
asumiendo el desastre predestinado.
Me miré y me dije: quiero ser feliz hasta el final de este suicidio.
Me acerqué al borde del abismo y me enamoré del vértigo que susurraban tus labios bajos.
Fue precioso y preciso,
como el milagro de un az bajo la manga,
como un largo dia de lluvia y el dulce calor de mil colillas a medio morir entre tus manos,
como una sobredosis de magia frente a la cotidianidad de esta ciudad.
¿Cuándo te corres? te pregunto,
no dices nada, pero llueve,
y se tiñen las nubes de gris.
Y se asoma todo tu frío.
Nuestro cielo son siete pisos arriba, y allí la inmortalidad ya no me queda grande,
y puedo ser capaz de beberme toda el agua de mi naufragio de un sólo sorbo,
y salvarnos de paso.
Mirarte desde aquí abajo,
acurrucado en el fondo
de esta melancolía prestada
y pensar: ojalá vieras lo bien que conjuga tu perfil con la luna,
y con lo mucho que te gusta.
Dime: ¿cómo aprendiste a sonreír con esa guillotina entre los dientes?
¿cuál es el precio del silencio de todo ese crujir de otoño que llevas dentro?
¿de dónde sacas esa fuerza para catapultar todas tus comisuras en un sólo segundo?
Me pregunto.
Te miro.
Respondo.
Antes,
jugaba por las noches a desahuciar promesas,
a decorar con lágrimas y sangre la certeza del futuro,
a dibujarle tiros al blanco al destino.
Ahora puedo brindar
sin miedo
por el siguiente paso en falso,
todos los días,
y sonreirle a los vecinos,
y saludar por las mañanas,
fumar menos -si lo deseas-
y besarte un poquito más.
Debo confesártelo,
en el fondo sé que será hermoso
cuando vengas a reventarme el corazón.
Así que adelante.
Y ya sabes,
gracias,
por sonrojarme el miedo,
por las caricias.
Te lo juro
que si me dejas,
te follaría toda la vida.
Enviado por Efrain Carbonó para Lo Saqué Del Bolsillo
Encuéntralo en Facebook como Sawyer Tom, o en su Blog Varios-des-varíos.
Fotografía:CHRISTOPHE DESSAIGNE
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