Yo tenía alrededor de 3 años de edad cuando mataron a Jaime Garzón. Como niña, no tenía ni idea de qué era lo que pasaba ni porque cada año, desde entonces, “medio-pasaban” por la tele a un hombre lustrándole los zapatos a otras personas, o un portero, o un hombre disfrazado de mucama, o un anciano amargado con una biblioteca detrás, o un tipo muerto de la risa mientras decía cosas que para esos tiempos mis papás tenían que explicarme.
No fue sino hasta hace 6 años aproximadamente que, en mi búsqueda por algo distinto en un “país de mierda” (citando a César Augusto Londoño) me encontré con Jaime Garzón. Un personaje que hasta el día de hoy sigue sacándome sonrisas y también esa parte de mí que quiere luchar por Colombia.
Muchos deben tener mejores recuerdos de Jaime que yo y mis borrosas memorias de infancia. Muchos estarán mis mismos zapatos, y algunos más pensarán -o pensaron- que se libraron de un gran estorbo.
Me fue dado el reto de escribir sobre Garzón. ¿Por dónde empezar? ¡Es que hay tantas cosas que decir! Tanta amargura porque Jaime, como muchos otros, terminó siendo parte de un ejemplo claro de impunidad, de injusticia, de censura, pero también de cómo los que tienen el poder pueden tener miedo.
Tanta tristeza y rabia por haber perdido a uno que se atrevió a decir la verdad sobre aquellos de la “franja pequeña” (“somos más de 30 millones contra esa franja pequeña, es una franja muy pequeña, que se ha apoderado de los medios de comunicación, se apoderado de todas las cosas”) y de esta manera abrirle los ojos a muchos ciudadanos.
Lo curioso es que hoy, aún cuando él no puede pestañear, sigue abriéndole los ojos a los demás
“Yo creo en la vida, creo en los demás, creo que este cuento hay que lucharlo por la gente, creo en un país en paz, creo en la democracia, creo que lo que pasa es que estamos en malas manos, creo que esto tiene solución” cosas como estas fueron las que identificaron a Jaime Garzón, pero su sello era esencialmente su genialidad para ir más allá, para mirar analíticamente las realidad de Colombia y atreverse a hablar de ello en público, siempre poniendo la verdad por delante. Teniendo el valor de poner la cara y denunciar.(www.jaimegarzonforero.com)
Todo siempre buscando la construcción de ciudadanía, la construcción de una Colombia distinta, en la que el pueblo es realmente soberano, en la que la democracia sí existe, en el que la paz puede ocurrir.
¿Y qué? ¿Qué ocurrió con todo eso? Como todo en Colombia, los que se veían afectados por el humor de Jaime Garzón, heridos en su poder, hicieron 5 huecos en su cabeza una mañana fría de Bogotá y así intentaron apagarle la risa; pero no contaban con la astucia de su palabra, que hoy, 16 años después, sigue afectándolos, sigue teniendo la misma fuerza como la primera vez que fueron escuchadas, pero solo para los que las escuchamos y somos precisamente nosotros quienes tenemos la responsabilidad de que su lucha no se extinga.
Aun quieren callarlo, aun quieren ocultarnos la verdad, aun quieren dispararle a Jaime; pero como me dijo un amigo: No lo dejemos morir en su tumba.
Aun quieren callarlo, aun quieren ocultarnos la verdad, aun quieren dispararle a Jaime; pero como me dijo un amigo: No lo dejemos morir en su tumba.
Solo se espera acá en la cocina, que su vida y todo lo que dijo e hizo por Colombia no sea olvidado, que su voz se siga escuchando y que su risa resuene.
Para entender la vida de Jaime Garzón
Enviado por And para Lo Saqué Del Bolsillo
Fotografías:
Anna Garcia
Vladdo
Dominio Publico
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