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Indomesticable hasta los pistilos

viernes, noviembre 13, 2015Bolsillo Público



Una flor parió un suspiro en medio del desierto y dibujó en el cielo
huracanes con los ojos llenos de miedo.

Era una flor distinta.
Ojalá no la vieras.

Sus pétalos suturaban todo el aire cortado que se arrastraba moribundo desde la ciudad.

Había resistido años.
Sobrevivido.
Supervivido.
A falsas primaveras,
a los más agrietados inviernos,
a las más dulces mentiras.

Emigró hasta aquí,
a esta soledad caliente,
y nunca nadie la vio,
nadie la echó de menos,
porque no pertenecía a ningún lugar.
Porque sabía que ningún alguien
la reclamaría.
Porque nunca nadie la ganó.

Indomesticable hasta los pistilos.

Lloraba y el sol se humedecía por dentro,
estremecía de extremo a extremo el universo,
todo lo que estaba a su alrededor huía para no morir sumido en un mar de tristeza.

Era jodidamente terrible.

Estaba cubierta de polvo y smog,
de recuerdos y canciones,
de una belleza tan silvestre que despeinaba paisajes y revolvía el lado instintivo de quien se atrevía a mirarle.

O sino mírenme.

Porque la vi,
porque yo también fui bosque,
y me llené los bolsillos y
la cama de flores.
Y vi sobre mí desfilando a cientos de mariposas,
aleteándome sus pretensiones.

Escuché gemidos como canciones
y bailé sin mover un pie.

Lo tuve casi todo.

Pero ella que llevaba mil cicatrices bajo tierra, en sus raíces.
Que lloraba hasta ahogar bosques enteros.
Que asesinó miles de flores.

Llegó a arrebatarmelo todo,
entregándome sus armas
y ejecutando hacía mí el asalto.

Ella,
único rehén,
único testigo,
acabó por convertirme en aquél desierto.

Enviado por Efrain Carbonó para Lo Saqué Del Bolsillo
Encuéntralo en Facebook como Sawyer Tom, o en su Blog Varios-des-varíos.

Fotografía:

Michael Garcia

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