18-200 arte

¿DE DÓNDE LO SACASTE?

lunes, febrero 02, 2015Unknown

No me olvides | Don't forget me by PETRONIALOCUTA

Proyecto 18-200: Lo saqué del bolsillo


Era un bolsillo errante viajando de pantalón en pantalón, conociendo mano tras mano: desde las más diminutas hasta las más grandes y robustas, desde las más hábiles hasta las más torpes. Todas sacaban algo distinto de él; claro que no se sabía qué iban a sacar aunque lo llevaran todo el tiempo consigo. Entre esas cosas de las que se habla, el bolsillo recuerda haber dado cosas útiles e inútiles a la mano que se adentraba en busca de algo.
Las manos no conocían el fondo del bolsillo, pero de vez en cuando sacaban cosas de lo más profundo. Sacaban, por ejemplo, monedas, de todo tipo, de todo lugar, todas indispensables, algunas brillantes como las ideas y otras tan sucias y viejas que dejaban ver entre su fibra cómo habían pasado de mano en mano, igual que el bolsillo de pantalón en pantalón; que las habían dejado caer en la tierra, que las habían recogido y lanzado al cielo para definir “quién va primero”.
Se han sacado papeles que llevan escritos con tinta y sangre: historias, mensajes, cartas de amor, quejas o sugerencias. Han sacado lápices que sirvieron para rayar paredes, para hacer arte o para morder uno de sus bordes.
Pasaban manos que hallaban relojes y manos que hallaban teléfonos y carteras para medir el tiempo, para echar un cuento y para darse cuenta que no lo acompañaba ni un centavo.
A veces dentro de aquel bolsillo parecían haber muchas cosas de valor, pero otras veces solo encontrabas basura y pelusas que quedaban allí como parte de algo que ya había pasado. Cuando más pesaba era porque cargaba con máquinas para recordar, desde cámaras hasta audífonos y radios, componiendo la esencialidad de la vida en estáticas de una vivencia y en sonidos de un sentimiento.
Se había encontrado con manos suaves y dóciles que terminaban sacando armas blancas o de fuego y era cuando el bolsillo salía huyendo… No quería ser incriminado, no tenía la culpa de que sacaran esas cosas de él; luego de correr a otro pantalón, otra mano lo asaltaba en busca de maquillaje “para no llorar en la calle”, llaves para abrirse al mundo, caramelos para endulzar la vida, colirio para esclarecer los ojos y gafas para ver mejor la crueldad del mundo.
Le encantaba cuando encontraban instrumentos y hacían arte con ellos, se deleitaba de ser tan útil; pero detestaba cuando encontraban cosas que a simple vista parecían insignificantes y se dejaban llevar por su apariencia arrojándola a la basura.
A veces, el bolsillo se perdía, olvidaba manos, dejaba caer cosas, dejaba que pusieran cosas dentro de él, pero con todo, seguía su viaje porque amaba encontrar manos distintas y amaba que encontraran diversidades en él; aquí viene el romance, como todo ser que ama, se enamoró de dar cosas a un viajero porque ese personaje se parecía a él, sin ningún lugar al que ir y ninguno para pertenecer.
La mano de aquel ser se adentraba en el tejido despacio, suave, sin prisas, buscando solo lo necesario o lo extraordinario. El bolsillo, como todo bolsillo, notaba lo que buscaba: Sus cigarros para momentos de fatiga, su mechera para dar luz a la oscuridad, su mapa para ubicarse y su libro para encontrarse. A veces buscaba su navaja suiza, para cortar con la amargura o la incomodidad de los objetos. Sacaba las mejores ideas de aquél bolsillo sin fondo, el cual decidió dejar de viajar solo para viajar con él. Cuando preguntaban, por casualidad, de dónde había sacado esas locuras… Se sinceraba y con su voz ronca, llena de paz y calma decía: Lo saqué del bolsillo.

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