No es que esté esquizofrénica o que lo haya soñado. ¡No! No estoy exagerando, pero el asunto es el siguiente: filosofando en el retrete mi pedazo de panty empezó a presionarme las piernas y me di cuenta de lo gruesos que estaban mis muslos, a pesar de eso, una mancha en forma de Australia bien adherida a mi panty me reprendió y me dijo que mis piernas estaban divinas. Adicional, me hizo levantarme, me pidió que la tomara entre las manos, agarré la pantaleta y como si estuviese leyendo el café empezamos a tener una charla muy seria:
- ¿¡Por qué mierda tienes que llegar justo cuando más cómoda y sexy me siento!?
- ¿Y yo cómo diablos te impido sentirte cómoda y sexy?
- Llegas y todo me lo amargas. Me sacas granos y me siento horrible. Además, debo dormir tiesa porque si me acuesto de lado te me escapas por las piernas ¡Y adiós sábanas blancas, hola masacre de Texas!
- Que tú estés amargada es tu problema único e intransferible. Tampoco intentes culparme de tu baja autoestima. Y para dormir bien están los tampones y las toallas tamaño extra-grande, que tú no hagas nada por solucionarlo tampoco es cosa mía.
Me crucé de brazos recargándome en el borde de la cama y reflexionando seriamente al respecto: toda la vida me he dedicado a estigmatizar mi menstruación, a pensar que es lo peor que me puede pasar en el mes; a varias amigas que tengo les da vergüenza admitir abiertamente que están “en sus días”, mis glándulas cebáceas están tan felices segregando grasa que parezco una mazorca y el calor me aturde al doble. Pero también es en ésos días en que me dan más ganas de arreglarme y resaltar las partes que más me gustan de mí, experimento con mi cabello y con mi ropa y armada con mi labial rojo manipulo a la gente por una buena causa: me doy la libertad de repartir besos y amor esperando lo mejor de la gente que quiero sin prejuicios ni barreras. (Traducción: reparto apapacho y lo exijo también).
La cosa es que nunca antes se me ocurrió que podría amar a mi menstruación. Claro, no es algo que a nadie más le importe, pero tampoco algo de lo que sentir vergüenza. Las chicas crecemos oyendo que la menstruación es horrible y como lo que se repite durante generaciones se perpetúa, conscientemente crecemos adoptando ese discurso atribuyéndole problemas que no tienen nada que ver con ella. Permitimos que nuestros problemas, decepciones, ilusiones y aspiraciones sean rebajadas y menospreciadas como un simple impulso sin trasfondo causado por un proceso biológico. Pero si empezamos a quererla un poco más, a buscar soluciones y sacar provecho de ese revoltillo de sentimientos descubriremos cuánto puede servir para lograr amarnos incondicionalmente a nosotras mismas. Al fin y al cabo es la forma que tiene la naturaleza de descargar el exceso de poder con que nos dotó entre las piernas. Aunque bueno... Justo cuando estaba haciendo las paces con mi panty ya tenía el río Nilo en las piernas.
- ¡Puta vida! Me lleva la que me parió y todas las que vinieron detrás de ella.
Y a limpiar se dijo...
Enviado por Viv para Lo Saqué Del Bolsillo
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