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40 mil Primeros Empleos ¿Una solución verdadera?

miércoles, julio 08, 2015Abossio


 
Los políticos, en sus bonitos atriles, tienen la habilidad de hacer sonar brillantes y acertadas ideas que tal vez, tras meditarlas un poco, ya no lo parezcan tanto. El comentario viene al caso por el programa “40.000 Primeros Empleos” lanzado por el gobierno nacional el pasado 25 de abril en el municipio de Yumbo, Valle del Cauca y que se espera se extienda a los demás departamentos a medida que avanza el año. El programa plantea un convenio entre el gobierno y diversas empresas privadas bajo el cual el primero se compromete a pagar el 100% del salario de 40 mil jóvenes profesionales, técnicos y tecnólogos recién egresados durante 6 meses bajo el compromiso de que sus empleadores retengan al 60% de los jóvenes por los siguientes 6 meses. Una salida del famoso círculo “no tengo trabajo porque no tengo experiencia, y no tengo experiencia porque no tengo trabajo”. 

Me enteré del programa en una emisión de noticias por allá a comienzos de febrero. En mi rol de recién egresado-desempleado mi reacción inmediata fue la de aplauso a un gobierno que a pesar de ciertos tropezones me parece que ha querido encarar la nueva década de una forma distinta. Lo cierto es que estaba dispuesto a escribir una columna bastante diferente, de no haber sido por un comentario de mi padre, trabajador de toda la vida, de palabras a veces esquivas pero de cuentas siempre claras. De esos que se sientan todas las noches a escuchar las noticias siempre en guardia, porque en cada titular prevén un intento del gobierno de burlar su inteligencia. Y es que en medio de mi euforia interna, mi papá, con un pulcro acento costeño me dice: “joda, que sinvergüenzura del gobierno, ¿ah?”.


El comentario me abatió porque la verdad no veía pecado en tan noble iniciativa. Es que… ¿qué puede tener de malo decidir invertir los recursos que siempre se roban los corruptos para darle empleo a un pobre muchacho como yo? Entonces vino la explicación: “el gobierno siempre poniéndosela de papayita a las empresas… dándole más plata a los que ya tienen ¿por qué no los obligan a que contraten más pelaos y listo?”. Y recuerdo que en ese momento parecía tener todo el sentido del mundo.


Decidí no cometer la ligereza -nuevamente- de precipitarme a escribir excitado por la emoción del momento y leer un poco sobre el tema del desempleo juvenil antes de emitir cualquier juicio (un poco que me tomó casi 5 meses porque paradójicamente ya no soy un recién egresado-desempleado) y la verdad es que hay varias cosas que decir...


Problemática global

Lo primero y más importante es aclarar que el desempleo juvenil no es una problemática únicamente colombiana, producto de las decisiones de uno o dos gobiernos atrás. Es, de hecho, una crisis global que preocupa incluso a entidades tan poderosas como el FMI o el Banco Mundial hace ya un par de décadas. No es mi intención hacer creer que las cosas aquí marchan de maravilla pero mientras la tasa de desempleo juvenil en Colombia está alrededor del 14%, ese mismo indicador en países como España, Grecia o Portugal, fuertemente afectados por la crisis económica de 2008, puede estar fácilmente rondando el 50%. 




Y es que tener jóvenes sin hacer nada es un doble problema porque por un lado estos jóvenes pierden la oportunidad de contar con la protección social básica y los recursos para integrarse en la sociedad y por el otro -aún más triste-, la nación se priva del enorme aporte que podrían sumar a la productividad nacional, cargándolos por el contrario como lastre y gastando recursos públicos en programas como Jóvenes/Familias en acción y demás pagos, becas y créditos que un joven no necesitaría si pudiera pagarse cómodamente la educación trabajando. Un triple problema si reconocemos además que la falta de oportunidades produce frustración y la frustración a su vez acaba con la fe en el sistema, las instituciones y la democracia misma.


En ese orden de ideas la mayoría de expertos internacionales coinciden en que se hace necesario que los gobiernos se pellizquen e intercedan, porque 30 años de avanzada neoliberal han demostrado que la flexibilidad para con los empleadores como política para generar empleo no funciona. No solo no reduce el desempleo sino que por el contrario genera empleos miserables. Por esta razón aplaudo ahora sí con propiedad la decisión del gobierno nacional de decidir actuar y dar el primer paso para atacar problema juvenil, sin embargo esto aún no significa que haya dado el paso en la dirección correcta.


Críticas

Ok, paremos un momento y analicemos el argumento de mi Papá por un segundo. ¿Por qué no obligar a las empresas a incluir en su nómina jóvenes recién egresados y listo? ¿Podría funcionar, no? Después de todo son las empresas las que tienen la plata y es justo que los que tienen más compartan con los menos favorecidos. Conversando con un amigo sociólogo, él me comenta que desde su punto de vista obligar a las empresas a pagar salarios extras tiene nulo efecto en la redistribución del ingreso. Para él toda la desigualdad se genera precisamente en ese intercambio de capital y trabajo, porque después de todo el excedente productivo generado por el trabajo se queda en manos del empresario. Visto así, al menos en la teoría, obligar a las empresas a pagar nuevos salarios podría tal vez ayudar a algunos jóvenes afortunados, pero en términos macro, no ayuda en la redistribución del ingreso de la nación. Una verdadera redistribución del ingreso se logra a través de los impuestos y de inversiones focalizadas por parte del estado. Además yendo a la práctica lo más probable es que una política de este tipo simplemente conduzca a la creación de nuevos cargos improvisados con poca remuneración y poco crecimiento profesional.

Por otro lado la crítica de la “aún más derecha”, tilda el programa de populista: una movida electoral que despilfarra los recursos públicos y no da ninguna solución de fondo. Sin embargo para la derecha invertir recursos públicos en fines ajenos al subsidio de la inversión extranjera o al presupuesto militar siempre equivale a despilfarrar las arcas nacionales de modo que la crítica no sorprende a nadie, en especial cuando no es capaz de proponer nada nuevo más allá de la famosa doctrina de flexibilidad que ha demostrado por años que no funciona.


Sin embargo es cierto, a mi juicio, que la iniciativa si bien favorecerá a muchas familias puede terminar teniendo poco efecto en el desempleo juvenil en el largo plazo. En especial porque no me parece que pueda llegar a ser una política sostenible y porque si en algo están de acuerdo los expertos es que invertir en empleabilidad en una apuesta. Los resultados pueden ser inesperados. Por un lado al incrementar la calidad de la oferta de mano de obra sin afectar la demanda, puede hacer simplemente que los salarios caigan, generando aún más frustración y peores condiciones de vida, pero por otro lado una mejor calidad de trabajadores puede influir muy positivamente en la productividad y el emprendimiento disparando así el crecimiento económico y con él la posibilidad de introducir más gente en el mercado laboral en condiciones dignas.   


¿Qué hacer entonces?

Lo cierto es que antes de escribir este artículo me esforcé por tratar de formar un concepto claro de si era o no una buena iniciativa y en caso que no, cuál podría ser una mejor opción. Pero lo cierto -a mi pesar- es que obviamente no hay algo así como una formulita secreta que te resuelva el problema. Hay muchas opiniones distintas y muchas experiencias de iniciativas similares que dieron resultados en unos países y en otros no.

En los países del centro-norte de Europa que tienen altísimas tasas tributarias, los sistemas educativos tienen un gran enfoque práctico. Se aplica un concepto de formación dual, en la que los estudiantes desde la escuela y también durante toda la educación superior tienen contacto con la vida laboral. También hay enfoques similares en países del este asiático (China por ejemplo). Pero hay que resaltar que el control del estado es considerablemente mayor en estos países que en Colombia y por lo menos en Europa, las cargas tributarias de los ciudadanos son bastante mayores también.


Algunos expertos en materia latinoamericana recomiendan volver la mirada al campo, fomentar el emprendimiento agrícola que requiere numerosa mano de obra. Naturalmente esto requiere una inversión estatal fuerte para tecnificar la incipiente industria agropecuaria nacional para darle la oportunidad de competir en los mercados internacionales. Otros afirman que la solución podría estar en la regulación de la oferta. Afirman que muchos jóvenes estudian carreras que tienen pocas oportunidades en la economía nacional y que el estado podría ayudar a encauzar la oferta de empleo subsidiando carreras de poca oferta con mucha más intensidad.  


Lo único que puedo decir con seguridad es que antes de dar un paso, vale la pena revisar entre otras cosas si los indicadores que nos alarman demuestran realmente la realidad de la injusticia social que queremos combatir. Las tasas de desempleo son solo la punta del iceberg porque sólo maquillan la verdadera problemática, más difícil de medir: la pésima calidad de empleo. En Colombia por ejemplo se estima que entre aquel 86% de jóvenes colombianos que sí trabajan, prácticamente la mitad lo hace en la informalidad, sin recibir prestaciones, trabajando extensas jornadas o devengando salarios paupérrimos. Pero curiosamente estos jóvenes que trabajan en estas condiciones abultan el indicador de empleo que aparentemente es favorable mientras un joven que estudia o cuyos padres mantienen porque tienen la capacidad son sacados de la estadística pues al no buscar trabajo se consideran económicamente inactivos.  


Imaginemos por ejemplo que el gobierno invierte miles de millones de pesos en una campaña masiva de generación de empleo juvenil que resulta exitosa: la tasa de desempleo juvenil disminuye a la mitad por ejemplo, la productividad nacional se dispara, las exportaciones asciende a niveles antes vistos... pero los salarios son bajos y las condiciones de trabajo extenuantes. A los ojos de los indicadores con los que solemos comparar economías: desempleo, crecimiento del PIB, exportaciones, entre otros, nos estaría yendo de maravilla, ¿cierto? En ocasiones los indicadores que nos guían nos dejan ciegos ante otras situaciones mucho más críticas. Después de todo, ¿qué es mejor? ¿crecer al 10% con empleos miserables o crecer al 3% con empleos dignos?



Enviado por Alvaro Bossio para Lo Saqué Del Bolsillo.

Links sugeridos
Si quiere saber más del programa 40mil Primeros empleos:


Si quieres saber más sobre la situación del desempleo juvenil en el mundo:

Fotografías:

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