Sabía que estaba en una cama con un hombre, era consciente de que el hombre me besaba, me hablaba mal, que metía y sacaba su miembro del mío… Aun así no sentía nada, no sentía más que asco y el peso de ese hombre, que más que hombre era un viejo que al final del acto me lo pediría gratis porque “no estaba satisfecho”.
De mi garganta no salían gemidos, de mis pulmones no se producían jadeos; ya ese meter y sacar era mi pan de cada día, pero era un pan quemado y lleno de moho, que no podría saber nada bien aun si le echases medio tarro de mermelada.
No me movía, permanecía mirando hacía el techo de la casa pensando en una cifra que no hiciera que el tipo me golpeara en la cara y se marchara sin más (sin dejar dinero).
No me movía, permanecía mirando hacía el techo de la casa pensando en una cifra que no hiciera que el tipo me golpeara en la cara y se marchara sin más (sin dejar dinero).
― Ya pasó la media hora―. Hable, apenas y pronunciando las palabras.
― Cállate zorra y déjame terminar―. Su voz era de las peores voces que había escuchado jamás, era tosca, se le salía el gallo y para rematar salivaba mucho al hablar; sentí asco.
― Pero después me paga―. Hable antes de callar.
― Si no se me da la gana no te pago―. Lo sabía, lo sabía porque eso siempre pasaba. Saque la Glock 9mm que ocultaba debajo de la almohada, la única buena inversión que había hecho en mi vida.
― No quiero que nadie salga mal de esta situación, usted me paga o yo misma le hago sacar el dinero del culo ―. El hombre sacó su miembro de mi asustado―. Y… dije que el tiempo ha terminado
― ¡Baja el arma, zorra!―. Le apunte a la cara, ¿qué por qué no robaba? Porque debía ser honesta, si me iba a ganar el dinero de algún modo que me pagaran por algún trabajo, era lo único que mantenía mi poco orgullo.
El hombre torció su boca en un gesto que me provocó náuseas.
El hombre torció su boca en un gesto que me provocó náuseas.
― Y deje de llamarme zorra.
― Eso es lo que eres―. Se levantó de la cama, me miraba asustado mientras se ponía la ropa de regreso.
― El dinero, desde aquí veo su cartera―. El hombre exhaló todo el aire que tenía aguantado y sacó de su cartera los 30 mil pesos que me debía y los tiró en la cama.
― Puta―. Dijo justo antes de escupirme la cara y salir casi corriendo.
Me incorporé de la cama, me limpie la saliva del que acababa de ser mi cliente, volví a mirar al techo y me eché a llorar como siempre hacía ¿Ese techo sabría todo lo que me había pasado? Ese techo que observaba mi vida pasar, que observaba una estocada tras otra, un billete tras otro.
Al día siguiente me levanté temprano, sin pensar en nada de lo ocurrido el día anterior, me bañé y en el baño pretendiendo que el agua quitara todas las impurezas de mi cuerpo, pero eso no iba a pasar. Restregaba mi cuerpo como quien ya no siente el dolor de estropajo pero eso nunca quitaría el olor de cigarro y del sexo de mí.
Me cubrí el cuerpo con una sudadera gris y un jean viejo. Las ondas de mi cabello se aplacaron con las maquinillas de humo que en vez de hacerme lucir mejor solo me dañaban más el cabello pero ya había otras cosas que me dañaban peor.
Me cubrí el cuerpo con una sudadera gris y un jean viejo. Las ondas de mi cabello se aplacaron con las maquinillas de humo que en vez de hacerme lucir mejor solo me dañaban más el cabello pero ya había otras cosas que me dañaban peor.
Con un café en mano me quedé mirando la pared cubierta por pinturas, mi favorita “Yellow”, un cuadro de un cielo atardeciendo, un cielo amarillo que para mi era la tristeza infinita, y era además el único regalo que había recibido en los últimos años.
"Yellow" como la canción de Coldplay, "Yellow" que me recordaba a su pintor, un estudiante de Artes Plásticas que un día me hizo sonreír y fantasear con un mejor futuro. Claro que no está conmigo, hubo otra mujer más bonita que yo, se burló de mí con cada palabra que decía y me dejó con lágrimas en los ojos y semen en todo mi cuerpo. Sucia, así estaba siempre.
"Yellow" como la canción de Coldplay, "Yellow" que me recordaba a su pintor, un estudiante de Artes Plásticas que un día me hizo sonreír y fantasear con un mejor futuro. Claro que no está conmigo, hubo otra mujer más bonita que yo, se burló de mí con cada palabra que decía y me dejó con lágrimas en los ojos y semen en todo mi cuerpo. Sucia, así estaba siempre.
No quería ir a trabajar, ningún día quería ir a trabajar… Pero no había nada más que hacer.
Salí del pequeño apartamento y mientras bajaba las escaleras me encontré con dos vecinos, que se apartaron presurosamente y callaron. Tenía vergüenza, mucha vergüenza y ellos lo hacían peor; escondí mi cara como pude, ellos me recordaban mi “familia”, esos que solo te ofrecían cosas por lástima, esos que nunca pudieron darte verdadero amor, tan solo del tipo de amor “te golpeo porque te amo”.
Mi madre me echó de casa cuando escuchó que andaba en malos pasos, no me pego como hacía antes solo me volteo sus ojos negros hacía mi, y su boca por primera vez era una linea recta que solo se curvo para decirme que me largara de su casa. Me gusta pensar que mi padre nunca lo fuera permitido, aunque en verdad no lo sé, nunca conocí a mi padre pero me gustaba imaginar que era hermoso, de ese tipo de hombre en el que puedes confiar, que nunca te hará ningún daño, que te hará sonreír y que dejará que lo abraces cuantas veces quieras.
Nunca ha habido ningún hombre así en mi vida, las veces que creí reconocerlo, tendría una muerte próxima, otra mujer o solo fingía para tenerme unas cuantas horas en la cama.
Nunca ha habido ningún hombre así en mi vida, las veces que creí reconocerlo, tendría una muerte próxima, otra mujer o solo fingía para tenerme unas cuantas horas en la cama.
Puta, eso era lo que yo era, una puta, porque vivía del dinero que me daban por mi cuerpo.
― Buenos días, Lilibeth―. Me saludó la vieja que me vendía droga en la esquina, ella nunca me saludaba. Casi siempre tenía la mirada perdida y solo entregaba placer y recibía dinero; como yo, solo que ella en vez de arruinarse a sí misma, arruinaba a los demás.
― Buenos días, ¿no llevamos droga en la sangre hoy?―. Sonrió y negó con la cabeza, me gustaba jugar con ella.
― Ni una pizca, estoy limpia desde ayer.
― Qué maravillosa eres.
― ¿Lo de siempre?
― Lo de siempre―. Me entregó mi “dosis personal” que en realidad sí era como una “dosis personal”, era más o menos la cantidad que te podía matar; pero por lo menos ya no era heroína. Así aguantaría parte de la mañana, llena de insultos y de vergas entrando y saliendo de mí.
Encendí un cigarrillo, a la primera calada: ¿por qué no era cineasta? A la segunda calada: Si tantas porquerías salían en cine ¿por qué no dirigir una historia muy buena? Tercera calada: Tal vez Lars Von Trier me hubiese comprendido. Olvidé contar las caladas: Pero la carrera de cine que me habían empezado a pagar cuando tenía 17 años se fue a la mierda cuando probé la heroína a los 18 y por supuesto, me echaron de mí “maravilloso hogar”. Se acabó el cigarro.
Ya me había hecho el día con tres tipos que se detuvieron en carro tirando 50mil pesos y gritando que les mostrara las tetas. Por supuesto lo hice, solo era mostrarme, ni siquiera iban a tocarme, en ellos se respiraba el aroma del dinero, nacieron con él y morirán con él. Gritaron cosas que no pude escuchar porque mi mundo daba más vueltas que paradas.
No almorcé, no tenía hambre. Ya me había fumado media cajetilla de cigarrillo e ingerido parte de mi dosis personal, compré otra cajetilla y me senté en las escaleras de la plaza con las piernas levemente abiertas.
― ¿Lilibeth? ¿Eres tú? ―. Un chico se acercó a mí y por un leve momento sentí que me iba en vómito, no respondí miré a mi alrededor por un escape.― ¿No me reconoces ya? ― Su mirada irradiaba odio y no lo culpo, yo también me habría odiado de haber sido él.
Era un estudiante de Artes Plásticas que reconocía, era alguien que se había atrevido a pintar un hermoso atardecer que estaba colgado en la pared de mi habitación a tan sólo unas cuadras de allí.
― Hola Camilo, ya ves, si soy yo. ― Tragué saliva, habían muy pocas personas en la plaza y de esas pocas personas a ninguno le importaba lo que le ocurriera a los demás.
― Me contaron que te compraste una Glock 9mm.― Sonreía mientras hablaba, se me hizo un nudo en el estómago, tenía miedo y él lo sabía.
― Si, ¿quieres que te la muestre?― Atiné a decir, un silencio se formó entre los dos, su sonrisa se borró, la había cagado.
― Tan idiota como siempre, ¿cuando me pagarás lo que me debes?
― Cuando me muera.
― Eso quiere decir que será pronto. ― Se inclinó un poco hacía mí y empezó a susurrar ― Ni tu ni yo queremos problemas, págame lo que me debes.
― Yo no te debo nada, Camilo, si no vienes a pagarme por sexo, vete que no me llegan clientes.― Él sabía que se había llevado media de mi vida y sabía que yo no olvidaba como me indujo en la droga, me llevó con él y me dejo en una habitación de motel, con las venas llenas de heroína y el cuerpo lleno de sangre y semen.
― ¿Quieres que te pague por acostarte conmigo cuando se que me harías una mamada cada vez que quisiera una? ― Me tomo por el mentón, las lágrimas se me agolparon en los ojos.
― No voy a regresar contigo. ― Temblaba, se acercó y apretó sus labios contra los míos.
― ¿Ves? Que siempre serás mía Lili, libertad. ― Sonreía mientras se incorporaba― Volveré, espero que me pagues toda la heroína que me robaste. ― Chao, mi libertad.
Estoy segura que Gonzalo Moure nunca quiso que llamarán “Lili, libertad” a una Lilibeth que nunca fue Lilibeth realmente, que siempre fue una prostituta, pero Camilo insistía en llamarme así, insistía en que yo era Lili, libertad… Porque precisamente nunca había sido libre.
Pensaba que debía haber algún tipo de castigo para los imbéciles que te inyectan mientras estás ebria, pero no lo había y ahí estaba él con la sonrisa de siempre, la misma que había tenido cuando yo no podía dejar la ansiedad y las alucinaciones atrás.
Maldito y mil veces maldito fue Camilo esa tarde por mí. Lloré sin hacer ningún ruido y luego volví a casa, no quería estar afuera, no quería que los hombres me vieran y no quería que las mujeres hablaran.
Me quede dormida, antes de Camilo había toda una historia, después de él, solo la misma historia todos los días.
Al día siguiente me levanté temprano, sin pensar en nada de lo ocurrido el día anterior, me bañé pretendiendo que el agua quitara todas las impurezas de mi cuerpo, pero eso no iba a pasar. Restregaba mi cuerpo como quien ya no siente el dolor de estropajo pero eso nunca quitaría el olor de cigarro y del sexo de mí.
Me cubrí el cuerpo con una sudadera gris y un jean viejo. Las ondas de mi cabello se aplacaron con las maquinillas de humo que en vez de hacerme lucir mejor solo me dañaban más el cabello pero ya había otras cosas que me dañaban peor.
Me cubrí el cuerpo con una sudadera gris y un jean viejo. Las ondas de mi cabello se aplacaron con las maquinillas de humo que en vez de hacerme lucir mejor solo me dañaban más el cabello pero ya había otras cosas que me dañaban peor.
Con un café en mano me quedé mirando la pared cubierta por pinturas, mi favorita “Yellow”, un cuadro de un cielo atardeciendo, un cielo amarillo que para mi era la tristeza infinita, y era además el único regalo que había recibido en los últimos años.
"Yellow" como la canción de Coldplay, "Yellow" que me recordaba a su pintor, un estudiante de Artes Plásticas que un día me hizo sonreír y fantasear con un mejor futuro. Claro que no está conmigo, hubo otra mujer más bonita que yo, se burló de mí con cada palabra que decía y me dejó con lágrimas en los ojos y semen en todo mi cuerpo. Sucia, así estaba siempre.
"Yellow" como la canción de Coldplay, "Yellow" que me recordaba a su pintor, un estudiante de Artes Plásticas que un día me hizo sonreír y fantasear con un mejor futuro. Claro que no está conmigo, hubo otra mujer más bonita que yo, se burló de mí con cada palabra que decía y me dejó con lágrimas en los ojos y semen en todo mi cuerpo. Sucia, así estaba siempre.
No quería ir a trabajar, ningún día quería ir a trabajar… Pero no había nada más que hacer.
Enviado por And para Lo Saqué del Bolsillo
"Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia"
Ilustración por Javier Martinez.
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"Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia"
Ilustración por Javier Martinez.
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