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Lo Maravilloso de la Tradición Oral
miércoles, junio 24, 2015MMG
Hoy vengo a contarles una historia que ha sido transmitida de generación en generación, haciendo que se considere como un cuento parte de la tradición oral. Aunque, de una u otra manera, la persona que me lo relató me ha dicho que es una historia real, puesto que aún recuerda como llegaba su abuelo con los labios morados y la mirada caída.
Me había quedado hasta las 6:30 p.m. en un pueblo del Atlántico, departamento al norte de Colombia. Era un pueblo cubierto por una extensa capa de grandes y secos árboles típicos de un bosque seco tropical.
Una fuerte brisa hacía que todos los árboles delgados se vieran maltratados, algo muy común para una región donde los veranos son tan largos como el gran cauce del Río Magdalena.
Mientras se hacía de noche y yo esperaba a un joven que me recogería en su moto, quien se tardaría alrededor de media hora hasta llegar a la vereda, el guía campesino me preguntó si nunca había pasado la noche fuera de casa en un lugar así como en donde nos encontrábamos, yo le dije que no, pero que me gustaría hacerlo por lo menos una vez para escuchar una historia que fuera realmente escalofriante, y entonces comenzó con la siguiente:
“Imagínate que yo me encontraba en la vereda esperando a que el arriero me prestara su burro para terminar de llevar los bultos de carbón hasta la entrada, (más o menos como 1 km del punto donde se encontraba), cuando él llegó y me dio el burro y un tabaco para que pudiera entretenerme en el camino.
Mientras el burro iba cargado de 3 bultos de carbón yo iba a su paso caminando (en el bosque la noche cae más rápido por los frondosos árboles altos y sus hojas que tapan el sol) mientras iba con el burro en la entrada de una parcela me encontré con un niño que estaba en el piso, ahí sentado llorando, me dijo el niño que él estaba con su mamá recogiendo maíz y él se entretuvo por un momento lanzando piedras a los pájaros y cuando quiso volver a ver a su mamá, ella se había ido en la mula.
Le dije que yo lo llevaría hasta la plaza del pueblo y ahí él podría guiarse hasta su casa, mientras lo llevaba por la carretera el niño se había sentado en la parte de atrás, yo me disponía a encender mi tabaco, cuando el burro comenzó a sentirse pesado, descansé un poco y miré detrás, el niño se hallaba dormido mientras seguí en el camino fumando, el burro dejó de andar, estaba ya cerca de la primera casa del pueblo, -era ya tardecito, como las 9 de la noche, pero en ese tiempo todos estaban encerrados porque había mucho paraco hasta tarde, yo debía dejar el carbón que utilizarían para mañana en la mañana y me devolvía nuevamente- continuando, derrepente el burro se quedó paralizado y comenzó a galopar como loco, me caí y asustado miré si el niño se había caído también, pero no fue así, cuando subí la mirada del piso con mi tabaco el niño que venía conmigo me dijo suavemente ‘Déjame encenderte de nuevo el tabaco’.
Justo en ese momento se iluminó su cara y no tenía ojos, lo cual me hizo correr y buscar la iglesia de la plaza, pero mientras iba sentía el camino más largo y mis pies me ardían como si me estuvieran quemando, del mismo miedo salí disparado y al momento de llegar a la iglesia me senté y comencé a rezar y a abrazar la cruz, de ahí el niño no lo vi más ni mucho menos al burro, me quedé a dormir en la casa del que me iba a recibir el carbón para al día siguiente salir a buscar el burro.
Mientras el burro iba cargado de 3 bultos de carbón yo iba a su paso caminando (en el bosque la noche cae más rápido por los frondosos árboles altos y sus hojas que tapan el sol) mientras iba con el burro en la entrada de una parcela me encontré con un niño que estaba en el piso, ahí sentado llorando, me dijo el niño que él estaba con su mamá recogiendo maíz y él se entretuvo por un momento lanzando piedras a los pájaros y cuando quiso volver a ver a su mamá, ella se había ido en la mula.
Le dije que yo lo llevaría hasta la plaza del pueblo y ahí él podría guiarse hasta su casa, mientras lo llevaba por la carretera el niño se había sentado en la parte de atrás, yo me disponía a encender mi tabaco, cuando el burro comenzó a sentirse pesado, descansé un poco y miré detrás, el niño se hallaba dormido mientras seguí en el camino fumando, el burro dejó de andar, estaba ya cerca de la primera casa del pueblo, -era ya tardecito, como las 9 de la noche, pero en ese tiempo todos estaban encerrados porque había mucho paraco hasta tarde, yo debía dejar el carbón que utilizarían para mañana en la mañana y me devolvía nuevamente- continuando, derrepente el burro se quedó paralizado y comenzó a galopar como loco, me caí y asustado miré si el niño se había caído también, pero no fue así, cuando subí la mirada del piso con mi tabaco el niño que venía conmigo me dijo suavemente ‘Déjame encenderte de nuevo el tabaco’.
Justo en ese momento se iluminó su cara y no tenía ojos, lo cual me hizo correr y buscar la iglesia de la plaza, pero mientras iba sentía el camino más largo y mis pies me ardían como si me estuvieran quemando, del mismo miedo salí disparado y al momento de llegar a la iglesia me senté y comencé a rezar y a abrazar la cruz, de ahí el niño no lo vi más ni mucho menos al burro, me quedé a dormir en la casa del que me iba a recibir el carbón para al día siguiente salir a buscar el burro.
Al día siguiente cuando me desperté me habían dicho que el burro estaba en mi parcela y que había aparecido con marcas y quemaduras, yo nunca supe qué fue eso pero ni más he vuelto a salir de noche”
Al escuchar esa historia, tipo 6:30 de la tarde, en una vereda que pocos conocen a más o menos una hora y media de la ciudad, lejos de la civilización, me quedé sin comentarios pero con terror y un poco de miedo.
El señor me sonrió y dijo:
“Esa historia me la contó mi abuelo y así uno se la cuenta a cualquiera como si fuera historia de uno”
Al escuchar eso, me quedé pensativo y mientras mi transporte llegaba, luego durante el trayecto a mi casa, recordé todas esas noches donde, la brisa fría pegaba en las terrazas de la ciudad y nos sentábamos a relatar historias sobre el misticismo colombiano. Esas leyendas e historias, que se transmitían de generación en generación, dando una enseñanza o una manera de educar a los más rebeldes niños, como si la llorona supiera el paradero de cada quién, el Mohán estuviera atento a robarse a las mamás de nosotros, la Patasola a robarse a los niños, la Madre Monte a devorar a los campesinos, el Hojarasquin del monte a hacer que se pierdan muchos en sus bosques... Muchas historias y leyendas urbanas que se convertían en nuestras pesadillas nocturnas y que con gozo se contaban para asustar a todos.
Esos momentos se deben recuperar y seguir transmitiéndose.
Esas son historias que forman parte de nuestra identidad colombiana y que nos hacen imaginar un universo de fantasía. Toma la noche de hoy, cuéntale una leyenda colombiana a tus hijos, sobrinos, padres, amigos o vecinos; claro que sin ánimo de simplemente asustarlos.
¡Busca transmitir el maravilloso mundo de la tradición oral para que perdure por siempre, de generación en generación!.
Enviado por Moisés Martinez para Lo Saqué Del Bolsillo.
Encuentralo en fb.com/moses.marti
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Fotografías:
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