Después de leer el último artículo de Lo saque del Bolsillo “Recuerdas cuando eras joven” y derramar unas cuantas lágrimas, pienso que contar mi historia no vendría mal; no por desahogarme ni nada por el estilo, sino más bien para contar lo que muchos tal vez callen o ignoren sobre sí mismos.
Toda mi infancia y pubertad fui víctima de bullying o matoneo si así lo prefieren, por desgracia no del físico, sino del psicológico. Al no ser el chico más alto o fuerte, ni ser aficionado de las actividades físicas, puedo decir que por cerca de una década fui visto como menos, menos capaz, menos hombre, menos atractivo y muchos menos más por más de 8 horas diarias, 5 días a la semana. Recuerdo vívidamente como en actividades de esas de convivencia, psicología o como llamaran a esa clase que uno tomaba con la psicóloga del colegio, si realizábamos actividades grupales, nunca tenía grupo, si hacíamos regalos para amigos, a pesar de dar muchos no recibía ninguno, incluso una vez en una excursión en la que nos teníamos que disculpar con nuestros compañeros recibí disculpas de todo el salón, aunque esto no cambió nada.
Obviamente además de estos incidentes estaban los estereotípicos: ser el último en ser escogido en la clase de educación física, ser motivo de burlas, tener mi maleta invertida, incluso en tercero de primaria me dañaron un llavero que amaba el cual me regaló mi difunta abuela; cuyos restos aún conservo.
Cuando tuve mi primera novia, una compañera se me acercó y me preguntó sobre mi relación, al decirle que efectivamente estaba viendo a una chica, quedó atónita, ¿cómo no?, creyendo lo que oía salir de mi boca, empezó a discutir con otra chica sobre cómo eso era imposible, que cómo podía pasar, sustentando sus acusaciones en mi físico con frases como “Osea, míralo ¿cómo así?”, teniéndome en frente. Quiero aclarar que sí tenía un grupo pequeño de amigos y que a pesar de los tratos inmaduros de todas estas personas no fueron malos años.
Al entrar a la universidad pensé que las cosas serían diferentes, decidí que haría las cosas cambiar, que como nadie me conocía podía empezar de cero; pero me equivoqué, esto realmente por mi culpa porque no hice nada por cambiarlo y acabé estudiando con una compañera que en el primer día me endosó el legado que intentaba borrar.
Pensaba que por estar en la universidad, ser extremadamente responsable y cumplido me ayudaría por algún efecto tipo karma, pero la actitud frente al trabajo por parte de mis ahora colegas profesionales en muchas ocasiones no difería por mucho de la del colegio, esta idiosincrasia colombiana del “por qué hacer hoy lo que puedo hacer mañana” me dejó como el bobo y mis objetivos no fueron obtenidos.
Ahora que no estoy sujeto a un grupo o academia sí decidí actuar y hacer un cambio en mi vida, aunque un poco tarde . No por odio a mí mismo ni a las circunstancias que me tocó vivir por la inmadurez de los que me rodeaban, sino por amor a mi persona y deseo de crecer. Me di cuenta que en vez de intentar evitar ser la víctima y entrar a la manada, me debía concentrar en ser el personaje principal de mi historia, aunque suene egoísta concentrarme e invertir en mí mismo y no en mi entorno; tomar el control y ser el P1.
Decidí explorar campos y cosas que antes ignoraba en mi terquedad, salir de mi zona de confort poco a poco y aunque sí, aún tengo mis fobias y secuelas del bullying, he avanzado y estoy feliz con lo que he logrado.
Mi proyecto consta de tres ejes: el físico, mental y espiritual. Por muchos años no invertí en mí y guardé mucho rencor hacia la gente y la vida. A pesar de ser alguien bondadoso en el fondo esta dualidad me envenenó. Cuando empecé a mejorar (Porque no se trata de cambiar sino de ser la mejor versión posible de uno mismo), no solo invertí o invierto tiempo, pues aún estoy en ese proceso, en mi físico o fitness como dirían algunos y mi estilo personal (aprender a vestirme y vestirme mejor), sino en mi educación, conocimientos y relaciones interpersonales. Decidí disculparme con toda la gente que en algún momento lastimé o perdí contacto por mi orgullo y aunque la lista no fuese tan larga es lo más satisfactorio del proceso, de verdad vale la pena invertir y trabajarle al interior.
En un año de cambios me he aprendido a aceptar y amar más que en una década, he descubierto pasiones nuevas como la moda y estilo masculino, he arreglado lazos rotos y aunque no estoy donde quiero estar soy feliz.
Como alguien que no sólo fue víctima del matoneo por parte de terceros sino de una crítica muy cruel por parte de mí mismo, a todos y todas los que leen esto les digo que no se estanquen, dense un empujón y salgan de su zona de confort, busquen ser la mejor versión de ustedes, inviertan en sí mismos de la forma que quieran, ámense y sean protagonistas de sus historias que el tiempo no se recupera.
Enviado por SebastianPRV para Lo Saqué Del Bolsillo.
Encuentralo en @sebastianprv y sebastianprv.wordpress.com
Fotografías:
Alyssa Smith
Jeff Sheldon
Joshua Sortino