Tal vez, si hacemos sonar las canciones boca abajo no nos duela el martillar de sus ojos en nuestros oídos, si dejase de maquillar las heridas con ceniza, el rocío calaría hasta el fondo y se me borraría esa cara de resignación cada puta vez que escuecen.

También empezaría a echar de menos algunas canciones alegres, y podrían, ustedes, ver por fin sonrojada esta sonrisa gris.

Una vez me sentí valiente y prometí nunca hacerte daño, me planteé una tregua apenas pisé tu boca y salté con esas ganas de los nuncas a los siempres.

Yo te miraba como el deseo eterno de las estrellas fugaces,
y era precioso encontrarte mientras te perdías buscando la luna,
y fue un espectáculo volver a desempolvar eternidades.

Dos cucharadas de la magia de tu risa y me reivindicaba con el tiempo, yo estaba completamente oxidado y aun así me tomaste en brazos, y me acariciaste aunque te quemara la piel, siempre estuvo entre tus planes beberme sin precauciones.

Al principio solía mirarte como a un eclipse de sol, y polarizaba tu luz y ponía cada vez más y más barrotes, yo me ahogaba en un charco de miedo y tú hacías malabares con tus días tristes, éramos el reflejo de dos salidas de emergencia tratando de salvarse.

Ahora no sé de qué va todo este interminable echarte de menos,
¿cómo reciclo una semana sin tus ojos?, ¿dónde se redime todo el tiempo perdido?, ¿hasta cuándo congelo los besos y las ganas?

Este es otro maldito domingo sin ti,
otra maratón de absurdas interrogaciones,
y este soy yo ensimismado en mi sofá,
pataleteando hasta encontrarte desnuda en alguna orilla de este mar lagrimeado de letras,
esperando a que aparezcas de golpe y me sacudas la ropa y la lluvia,
esperando a ver si me follas y me escampas,

a ver si pasas,

a ver qué pasa.

Enviado por Efrain Carbonó para Lo Saqué Del Bolsillo
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Fotografía:
Janainz